viernes, 15 de octubre de 2010

CANTO

Canción







El secreto es ignorar cuándo la conocí y revivir el gusto que me causó tratarla por primera vez. Debió ser durante la época en que experimenté los primeros enredos de la vida, cuyas huellas se grabaron en las formas e ideas que me caracterizan. Su nombre es Cristina, la recuerdo bien porque mantiene la expresión de fruta graciosa que cautivó mi adolescencia, y su fragancia núbil, que de haberla olido entonces, no hubiera precisado suponerla la tarde que la vi de lejos en un café.

La suya no es sino una actitud tranquila, distante pero dueña de un atrevimiento que sólo sugiere el fulgor de sus pezones, la miel que recorre su estatura bien cuajada, y la cara de muchacha cálida que nunca supe acariciar. Entonces era esquivo, rodeado por la inocencia de un abismo inexistente que me atosigaba, pero que después de muchos años, me permite conservar las melodías de sus cantos por la paz. Serían miserables las memorias sin el prodigio de una canción de Joan Baez.


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