sábado, 7 de noviembre de 2009






La ruta del chocolate.





El mural de Saint-Nazaire



Por Carlos E. Bojórquez Urzaiz.





Después de estampar las huellas de su arte, tres pintores franceses y una mexicana, pertenecientes a generaciones que no rebasan los 27 años, el entorno portuario de Saint-Nazaire en Francia, posee un hermosísimo mural cuyo significado resume las precepciones y sentimientos de dos regiones resueltas a relacionarse a través de su amor por el chocolate, la bebida espumosa que acompañaba las horas familiares de los yucatecos y que aún beben en cualquier rito de unidad. Como se sabe, con el traslado del cacao al viejo continente se añadieron nuevas formas de elaboración y consumo, que vinieron a enriquecer el aprovechamiento que originalmente se hacía de este fruto entre los mayas de Yucatán.

El mural en cuestión, extendido sobre las paredes de una vieja bodega de los muelles, convertida hoy en teatro, repasa dos posibles lecturas de la ruta del chocolate, relacionadas tal vez con la nacionalidad de sus autores. En el costado izquierdo, Tabata Flores, la estudiante del ESAY que viajó a Francia, trazó los colores brillantes que iluminan el recorrido de Kukulcán y el cacao por el Océano Atlántico, e ingeniosamente deja ver una gama de luces inconfundibles que resultan del radiante sol yucateco y el tono verde que brota después de las lluvias. En este fragmento de la pintura, la representación del chocolate se aproxima mucho a la frescura y el lirismo de un naif reinventado por su autora, quien sin embargo no renuncia por completo al influjo de algunas tradiciones derivadas del muralismo mexicano. Enriquecido con los delineados del artista francés Antoine Jouault, esta parte del mural que posee autonomía respecto a la fracción restante, se denomina: de/al otro lado.

Si bien, como se ha dicho, la obra en su conjunto representa la ruta del chocolate, vista en dos perspectivas, el costado derecho se debe a un trío de artistas franceses jóvenes: dos de Saint-Nazaire, Stephane Moyon y Antoine Jouault, y uno de Paris, Jerome de Lamotte, hermano de Tanguy de Lamotte, uno de los tripulantes del velero que encabeza la regata del chocolate, y quien se vaticina arribará en primer lugar a Progreso. Los tres pintores poseen expresiones vanguardistas, y sin apartarse totalmente de su formación académica, que en el caso de Antoine Jouault incluye estudios de fotografía, tienen especial inclinación por el grafiti, cuya práctica en el país donde se originaron las ideas de libertad y democracia, sigue estando proscrita. En esta ocasión, como la obra resultó de una convocatoria abierta por las autoridades municipales de Saint-Nazaire, la realización del mural mediante grafitis fue permitido plenamente y permanece al lado de la obra de Tabata Flores, con indiscutible sello propio.

Quizás debido a las condiciones propicias en se realizó el mural, la expresión de cada uno de los tres pintores galos conserva fuerte individualidad expresiva, si bien en ciertas zonas de la obra se entretejen líneas y colores vibrantes que traía consigo el sonido hip-hop que los acompañó durante el tiempo que tardo la elaboración de su obra. Hay ángulos en esta parte del mural, que denotan una suerte de reproche de Antoine Jouault y Jerome de Lamotte, quienes no pudieron ser apoyados por los organizadores de La Ruta del Chocolate para viajar a Progreso, donde está programada la elaboración de otro mural, en el que participarán Stephane Moyon y quizás la joven pintora Tabata Flores, cuando menos. La obra que formará parte de los festejos culturales de recepción de los veleros que arribarán esta quincena a Progreso, sitúa al arte y a los artistas en un papel importante en esta nueva perspectiva de la política externa que ensaya el Estado de Yucatán para apuntalar sus vínculos con la región francesa de Pays de la Loire. Esperamos que el mural progreseño que está por trazarse, armonice con la obra que decora los muelles de Saint-Nazaire.



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