domingo, 21 de junio de 2009

Entusiasmo y razones en la política


Carlos E. Bojórquez Urzaiz.


Hasta hace pocos años era evidente la concurrencia del talento político y la creatividad intelectual en una misma persona, con expresiones que podían ser de carácter literario, o manifestarse a través de libros de Historia y otras materias, las cuales derivaban en una vertiente de doble caudal que originó figuras como Leopoldo Peniche Vallado, Antonio Betancourt Pérez y Humberto Lara y Lara, por señalar sólo algunos nombres fundamentales de la generación pasada, cuya habilidad para conjuntar su activismo político con trabajos artísticos y de investigación, se tradujo en obras de indiscutible valor para Yucatán. A su vez, quizás como resultado de las huellas que deja la cultura en las personas, y los efectos de un entorno menos adverso al conocimiento, cada uno de estos yucatecos asumió sus ideas políticas y realizó actuaciones decisivas, que sin haber estado exentas de críticas y demás obstáculos, dieron paso a lo mejor de las tradiciones que hoy se tienen en la esfera progresista del Estado.
Sin embargo, una o dos generaciones después de Peniche Vallado o Antonio Betancourt, varios intelectuales yucatecos fueron abandonando su activismo político hasta convertirse en algo así como eruditos esterilizados, sin compromiso evidente, o en algunos casos se asociaron, de manera explicita o encubierta, a los grupos conservadores de la Entidad. Por su parte, ciertos actores políticos iniciaron una especie de certamen para averiguar quién era el menos ilustrado, y carentes de cualquier criterio social ascendieron al poder con fines inconfesables. La separación del activismo político y la racionalidad del pensamiento, fue llevada a extremos en el sexenio anterior, por lo que no tengo dudas de que superar ese obstáculo, cada cual desde su trinchera, representa un desafío para todos. La apertura del actual Director del Instituto de Cultura, Renán Guillermo González, es en este sentido alentadora.
Lo anterior viene al caso porque Eric Villanueva, contraviniendo las tendencias arriba explicadas, o posiblemente aferrándose a las tradiciones descritas, no parece dispuesto a fragmentar su formación académica e intelectual de su antigua militancia política, cuya armonización ha sido documentada por él mismo a través de los varios libros publicados desde los años ochenta, cuando comenzó a destacar como especialista en la cuestión henequenera. De esta etapa datan sus títulos: Crisis henequenera y movimientos campesinos en Yucatán, (1985) La formación de las regiones en la agricultura (El caso de Yucatán) (1990), Crisis henequenera, reconversión económica y movimientos campesinos en Yucatán (1992).
Por lo mucho que significa para su trayectoria, ya que en ella Eric pronosticó el drama social que derivaría de la reforma al artículo 27 de la Constitución y la entrada en vigor del TLC, guardo especial interés en su obra: Ejidos y reformas en la agricultura mexicana, publicado en 1993. Tuve el honor de haberlo presentarlo y aún conservo las glosas leídas en aquella ocasión, que por supuesto no recodaré aquí, salvo para advertir que algunos de los temas que hoy ocupan su atención, y la de Cutberto Ledezma, en el libro que presentamos, guardan intima relación con algunas formulaciones que hizo Villanueva Mukul en el año de 1993.
En su nueva obra, Una democracia frustrada, (2009) impresa por el grupo parlamentario del PRD y la FCAUADY, como se ha indicado, uno encuentra cierta prolongación conceptual en términos de las ideas que a Eric le sirvieron en 1993 para predecir los efectos de las reformas neoliberales, ligadas tempranamente a la crisis de diciembre de 1994, que ocupan su atención en el capítulo inicial de este libro. Un interesante apartado lo integra el examen de la llamada Disputa por el presupuesto y la Corte, protagonizada por Vicente Fox y el bloque de diputados opositores, que más allá de las resoluciones que la propia controversia tuvo, muestra de cuerpo entero no sólo la rigidez intacta del régimen presidencialista, sino la urgencia de una reforma del Estado mexicano que entre otras cosas redujera la omnipresencia del Ejecutivo, postergada una y otra vez hasta el infinito por Fox y sus seguidores.
No quisiera detenerme mucho en cada uno de los capítulos de esta obra, excepto para registrar algunos aspectos del apartado denominado: Una tercera vía para México, que excluye la riqueza del pensamiento político latinoamericano desarrollado desde el siglo XIX, y que pudo haberse recogido como referente para la formulación de un modelo socio-político y económico, acorde a las necesidades nacionales. Para esbozar un poco la idea anterior, basta señalar que en un documento programático para la descolonización, José Martí apuntaba:
“…la política… no está en aplicar a un pueblo, siquiera sea con buena voluntad, instituciones nacidas de otros antecedentes y naturaleza, y desacreditadas por ineficaces donde parecían más salvadoras; sino en dirigir el país con sus elementos reales”.
De los capítulos restantes, hay dos que quiero destacar: el que se relaciona con el fraude en la elección presidencial de 2006, donde los autores de este libro describen experiencias e interpretaciones personales, nada menos que como militantes del partido y candidato defraudados. Si bien las explicaciones que al respecto ofrecen Villanueva y Ledezma no carecen de lógica y fundamentos empíricos, en mi opinión pudieron haber apelado un poco más a recursos testimoniales o experiencias propias para conocer de cerca sus puntos de vista respecto al despojo perpetrado contra Andrés Manuel López Obrador. En contraparte, en el caso de la negativa del aval mexicano a la guerra de Iraq, los autores distribuyen en porciones adecuadas los datos y las experiencias legislativas durante aquel terrible conflicto, logrando para mi gusto, un excelente capítulo.
En general quisiera recalcar que la unidad como militante e intelectual que mantiene reunida en su persona Eric Villanueva Mukul, es una virtud que no por escaza en la actualidad posea menos importancia. Al contrario, más bien diría que ahora urgen la sensibilidad y la razón en la política. En hora buena a los autores de este libro y dejemos que los lectores juzguen su contenido.

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