El poeta que se hizo lagarto
Aguzó la piel que se le vino a menos, aspiró un cigarrillo y amaneció con sus formas perenes de lagarto. Pero es que no fueron sólo sus formas, advirtió el Arcipreste, ya que a lo largo del día se pasó interiorizando su holganza e inesperadamente a todos nos faltó la vanidad necesaria para ser bribones y dormir tranquilos después de despojar de su bastón a un cojo. Cosa semejante le ocurrió al astrónomo aunque él se robó a la princesita.
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