domingo, 11 de julio de 2010

Fragmentos

Girasoles centroamericanos

Por Carlos E Bojórquez Urzaiz.



Anduve las calles de San Salvador, para acariciar un pedacito de su alma angustiada, que luego supe que no era otra que la mía, abatida por la tormenta que impidió descender en San José. ¿Quién diría que fue esa la semilla del girasol? Pregunté a la estrella del sur que guiaba mi naufragio, vestida de vecina indigente: ¿Por dónde tejen las redes de pesca? En las orillas Lago de Coatepeque, porque allá nacen los lirios de mejor aroma. Era media noche y vi brotar una lluvia de rayos tersos, sin pretensiones de ser el sol que apresa en una migaja todo el verano. La ciudad era tan diferente y a mismo tiempo parecida, que me propuse no dormir lejos de los locos y los oníricos, porque hacerlo me hubiera aseguraba una poesía malograda, el desconcierto absoluto. Amanecí con la luna en las manos como si fuera el sol del estío, y desde entonces El Salvador no fue más un simple punto en el mapa, sino el trovador urgente que destila cantos ilógicos en distancias convencionales, pero que son bellos como el girasol que ronda mi persona.

1 comentario:

Eva dijo...

¿Aprovecha usted sus vivencias personales para escribir?
no creo que exista un escritor que no haya sentido el influjo del escenario, de las circunstancias y las experiencias de su entorno,son muy hermosas sus poesías en prosa, adornadas todas con las fabulaciones de esos parajes con una riqueza descriptiva extraordinaria, se leen como se sienten los espacios entre el mito y las leyendas.